Cuando uno comienza a cumplir años se hace una idea de que tiene que crecer, en otras palabras más estrictas madurar, pero al pasar los días se da cuenta de que es la misma persona, esa persona caprichosa que fue de pequeña y que sigue siendo ahora, esa persona terca y obsinada, que aunque quizás ahora sea más objetiva en algunas cosas, aun sigue rabiandose por las cosas que no salen como uno las espera, de repente al pensar que somos tan iguales hace diez años y ahora... es decepcionante pensar que no podemos cambiar, que no podemos mejorar, que siempre vamos a seguir siendo la misma persona.
Pero al mirar el tiempo de ese entonces y el de ahora vemos que lugares, personas, cosas, ambientes y quizas costumbres cambiaron, sin darnos cuentas, sin darnos pistas de que iba pasando, solo pasaban, y es en ese momento donde la apagada esperanza vuelve, vuelve con más fuerza, como el de un ave fenix al renacer de entre las cenizas, y hace que queramos luchar un día más, porque el mañana deseado puede estar cerca.
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